George Harrison era il mediano dei Beatles. Mediano geniale (non ci avrebbe regalato Something e Here Comes the Sun). Ma, comunque, un mediano. La mezzala era Paul McCartney. L’ala sinistra, senza dubbio, John Lennon. E con due così là davanti, i Fab Four potevano permettersi di tenere in squadra anche Ringo Starr, il Gamarra della situazione.
Il ragionamento, se ci pensate, si può estendere a famiglie, uffici, coppie, redazioni, associazioni e circoli ricreativi.
...Dimenticavo: ci sono quelli nati per fare gli arbitri. Ne conosciamo tutti: ogni volta che sorge una discussione, sentiamo nelle orecchie il loro antipatico fischietto. Non è una faccenda acustica, naturalmente. Il fischio può diventare un’occhiata, un silenzio, una smorfia, una particolare inclinazione della testa. L’uomo-nato-arbitro – o la donna: questa è una categoria dove molte femmine arrivano a livelli d’eccellenza – vuole decidere, stabilire, pacificare, mettere d’accordo. Anzi: dirimere. Il motto dell’arbitro per vocazione è: «Io dirimo».
Per dirimere – un’attività che gli procura un piacere quasi fisico – l’arbitro sceglie toni concilianti, oppure parole dure: dipende dalla sua personalità, e da come s’è svegliato quel mattino. Poi assegna punizioni (dirette, indirette), richiami, ammonizioni, occasionali espulsioni (in seguito si riunisce con la sua coscienza e stabilisce le giornate di squalifica).
Non c’è ufficio, compagnia, associazione o famiglia che non sia dotata di un arbitro. Talvolta è la persona più saggia, spesso la più impicciona. Nessuno le ha chiesto niente. Ma lei accorre, saltellando attraverso il campo della nostra vita. Ho litigato col mio fidanzato-portiere; di che t’impicci?, ragiona la ragazza-ala sinistra. Ma lui, l’arbitro, arriva con la faccetta compunta e la soluzione pronta. E magari il fidanzato viene cacciato, quando sarebbe stato sufficiente un richiamo verbale.
E i guardalinee, direte voi? Certo, ci sono anche loro. Aiutano l’arbitro a prendere le decisioni nella vita degli altri. Il tipico guardalinee si sente realizzato quando segnala un fuorigioco sospetto. Per esempio: voi siete a cena per lavoro con una bella collega, lui vi vede, riferisce al direttore di gara – non chiedete quale gara, lo sa lui – il quale, alla prima occasione, ne parla a vostra moglie, che non capisce e non gradisce (talvolta, le due cose insieme).
Come ovviare a tutto questo? Semplice: ammonite arbitro e guardalinee. Alla seconda ammonizione, cartellino rosso: fuori dai piedi. Il bello di questa partita è che si può fare. | George Harrison era el medio campo de los Beatles. Un mediocampista genial (de otro modo no nos podría haber regalado Something o Here Comes the Sun). Pero, aún así, un medio campo. El delantero interior era Paul McCartney. El ala izquierda, sin duda, era John Lennon. Y con esos dos al frente, los Fab Four también podían permitirse tener en el equipo a Ringo Starr, el Gamarra de la situación.
Este razonamiento, si lo pensamos, se puede extender a la familia, oficina, pareja, redacciones, asociaciones y círculos recreativos.
…Me olvidaba: Están aquellos que nacieron para ser árbitros. A esos los conocemos todos: Cada vez que surge una discusión, sentimos en nuestros oídos su antipático silbato. Naturalmente, no se trata sólo de una cuestión acústica. El silbato puede ser una mirada, un silencio, una mueca, una inclinación particular de la cabeza. El hombre nacido para ser árbitro…o la mujer: esta es una categoría donde muchas mujeres alcanzan un nivel de excelencia: quieren decidir, estabilizar, pacificar, ponerse de acuerdo. O mejor aún: Dirimir. El lema del árbitro por vocación es: «Yo lo resuelvo».
Para dirimir, (actividad que les proporciona un placer casi físico), el árbitro elige un tono conciliatorio o palabras duras: depende de su personalidad y de con qué humor se ha levantado esa mañana. Luego impone los castigos (directos, indirectos), avisos, amonestaciones, expulsiones ocasionales (después se reune con su conciencia y establece las jornadas de descalificación).
No hay oficina, compañía, asociación ni familia que no tenga un árbitro. A veces es la persona más sabia, a menudo la más entrometida. Nadie le ha pedido nada. Pero igual acude trotando a socorrernos, atravesando el campo de juego de nuestra vida. Me he peleado con mi novio-arquero; ¿por qué te metes?, razona la chica del ala izquierda. Pero él, el árbitro, se acerca con la cara compungida y la solución lista. Y tal vez el novio termina expulsado, cuando sólo habría bastado un amonestación verbal.
¿Y los guardalíneas, dirán ustedes? Cierto, también están ellos. Ayudan al árbitro a tomar las decisiones sobre la vida de los demás. El típico guardalínea se siente realizado cuando señala un fuera de juego sospechoso. Por ejemplo: vamos a una cena de trabajo con una bella colega. él nos ve, se lo cuenta al director del campeonato, (no me preguntes qué campeonato, sólo él lo sabe), quien a su vez se lo cuenta a nuestras esposas, que no entienden nada y no les hace ninguna gracia (a veces las dos cosas juntas).
¿Cómo evitar todo esto? Muy simple: Amonestar al árbitro y al guardalínea. A la segunda amonestación, tarjeta roja: Fuera de nuestro camino. Lo bueno de este partido es que se puede hacer.
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